Este cuadro de De Chirico tiene como título El enigma de las horas. La idea del tiempo aparece en la composición a través del reloj, pero hace eco con la actitud ensimismada y ausente de los personajes.
En los textos el tiempo aparece de varias formas. Como tema, motivo o referencia, el tiempo está presente mediante los sustantivos cronónimos. Los textos narrativos relatan contenidos sobre sucesos que transcurren en el tiempo. Para ello el lenguaje dispone de los tiempos verbales y su modalización: tiempos comentativos y tiempos narrativos (los pretéritos) que sitúan los acontecimientos en el tiempo respecto a un eje temporal. El eje temporal de los textos es diferente al del mundo cotidiano. Si en la vida el tiempo se rige por los ciclos de la naturaleza y las divisiones cronológicas, en los textos el tiempo se organiza a partir del presente del que habla, punto de relación para situar todas las demás informaciones en el pasado o en el futuro.
De esta manera el texto ejerce una deixis temporal que también puede ser situada mediante los marcadores temporales y los adverbios de tiempo.
Sin embargo, el texto mismo tiene un espesor temporal, en tanto que su lectura requiere un cierto tiempo que puede ser isócrono con respecto al relato. La mímesis temporal más ajustada es aquella en la que la duración del discurso y la duración de la historia son idénticas.
El teatro clásico ajustaba estas relaciones mediante la regla de las tres unidades: lugar, tiempo y acción. Pero la poesía y la novela pueden adoptar desplazamientos más flexibles. La elipsis temporal es muy frecuente en el texto, al igual que lo es en el cine. Se pueden realizar avances y retrocesos, sincronías y anacronías de forma muy variada. Los relatos modernos suelen disponer su presentación de forma discontinua, rompiendo la sucesión temporal de los hechos. Hay invariante ucrónicas que pueden hacerse presentes.
La complejidad que adopta la aparición del tiempo representado y del tiempo que abarca el texto permite muchas posibilidades. Pero el texto aparece quieto en su permanente ahora, en ese presente de la enunciación que sobrevive a las circunstancias temporales del mundo externo. Como en el cuadro de De Chirico, las horas parecen congeladas e insomnes para el texto, y es el lector el que siente en mayor medida el fluir temporal al asomarse a un texto donde el tiempo se halla establecido de forma permanente. El texto es el lugar para todos los tiempos, para el tiempo.